DOMINGO DE LA MISERICORDIA 

La Fiesta de la Misericordia - "Su Abrazo, nuestro mejor lugar" - Lc 15, 20

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"Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus servidores: Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado. Y comenzó la fiesta.

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FRANCISCO Y LA MISERICORDIA
Toda nuestra Pastoral debe estar iluminada por este rostro de la misericordia, o como nosotras nos animamos a llamar, el rostro “del Abrazo de Dios”.
¡Qué importante es poder transmitir en nuestro camino de Fe, que anunciamos al Dios del Encuentro, del Abrazo, y la Vida! Y lo más valioso es tener la certeza que “no solo son palabras lindas, sino que así es el corazón de Dios, el corazón que enamora a nuestros corazones.
¿Vamos a privar a las familias y a nuestros niños de descubrir este abrazo de Dios? ¿Vamos a privarnos nosotros de que ese Amor llegue para dar sentido a nuestras vidas?
Les dejamos dos textos de nuestro Papa Francisco que realmente reflejan el espíritu con que hemos intentado armar este Proyecto Pastoral para la catequesis de niños que llamamos “La Fiesta del Abrazo”

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"Dios nunca se cansa de perdonar"
¿Pensaron alguna vez en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? ¡Eh, esa es su misericordia! Siempre tiene paciencia: tiene paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera.
“El problema es que nosotros nos cansamos de pedir perdón! Pero Él nunca se cansa de perdonar; somos nosotros los que, a veces, nos cansamos de pedir perdón. Y no tenemos que cansarnos nunca, nunca. Él es el Padre amoroso que perdona siempre y cuyo corazón está lleno de misericordia para todos nosotros. Tenemos que aprender a ser más misericordiosos con todos. (Ángelus dominical, 17 de Marzo de 2013)

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La Divina Misericordia
Celebramos hoy el segundo domingo de Pascua, también llamado «de la Divina Misericordia». Qué hermosa es esta realidad de fe para nuestra vida: la misericordia de Dios. Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía. Él no está nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos.
A mí me produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padre misericordioso, me impresiona porque me infunde siempre una gran esperanza. Piensen en aquel hijo menor que estaba en la casa del Padre, era amado; y aun así quiere su parte de la herencia; y se va, lo gasta todo, llega al nivel más bajo, muy lejos del Padre; y cuando ha tocado fondo, siente la nostalgia del calor de la casa paterna y vuelve. ¿Y el Padre? ¿Había olvidado al Hijo? No, nunca. Está allí, lo ve desde lejos, lo estaba esperando cada día, cada momento: ha estado siempre en su corazón como hijo, incluso cuando lo había abandonado, incluso cuando había dilapidado todo el patrimonio, es decir su libertad; el Padre con paciencia y amor, con esperanza y misericordia no había dejado ni un momento de pensar en él, y en cuanto lo ve, todavía lejano, corre a su encuentro y lo abraza con ternura, la ternura de Dios, sin una palabra de reproche: Ha vuelto. Y esta es la alegría del padre. En ese abrazo al hijo está toda esta alegría: ¡Ha vuelto!. Dios siempre nos espera, no se cansa. Jesús nos muestra esta paciencia misericordiosa de Dios para que recobremos la confianza, la esperanza, siempre.

(Homilía II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, 7 de Abril de 2013)

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Y este rostro de la misericordia es el que expresamos en el sacramento de la Reconciliación y deseamos transmitirles a nuestras Familias y sus hijos en todas nuestras pastorales.

¡Cómo contarles que la Reconciliación es el encuentro del Dios amor que viene a abrazar nuestros corazones! Así, tal cual está, con sus alegrías y fortalezas, sus dudas y debilidades, con sus propias búsquedas y sus sueños.

EL Sacramento es fuente de gracia, de amor, de fortaleza y Dios se hace presente porque quiere permanecer junto a nosotros y caminar a nuestro lado en lo que necesitemos. Su Amor quiere sanarnos, darnos fuerza, llenarnos de alegría y de paz.

Profundicemos el encuentro con Dios reconociéndolo como Padre y Amigo cercano. Él es el que se detiene en el camino para darnos un abrazo, decirnos que nos ama y que está junto a nosotros. Es así como nuestra vida encuentra un nuevo sentido ¡un nuevo modo de ser vivida!

Como decía San Pablo; Ya no soy Yo, sino Cristo quien vive en mí. El que experimenta el Amor de Dios no puede sino transmitirlo con su vida y con sus gestos. ¡Esa es la experiencia de sentirnos abrazados y reconciliados por Dios!
¿No es lo que nos pasa a todos los catequistas?

¿No es por sentir la gratuidad del Amor de Dios en nuestras Vidas que deseamos compartirlo?
Es sin duda impresionante como los rostros de nuestros chicos y también de nuestras familias se llenan de esperanza al redescubrir este Sacramento como un verdadero signo del encuentro entre el amor de Dios hecho abrazo y cada uno de nosotros. Y sino miremos a nuestro Papa Francisco.

Contemplemos como la gente se conmueve verdaderamente cada vez que él se detiene a abrazar; a un niño, a un joven, a un anciano, a un discapacitado, a un enfermo, a los más pobres, a los sacerdotes, al encarcelado, a todos! Toca, abraza, besa… tiene contacto, no marca distancia, ¡provoca el encuentro!

¿No se transparenta el rostro de Dios en esos gestos?
Algo tan simple pero tan profundo como un abrazo puede llenarnos el corazón de alegría y ¡ la vida de sentido!

Creemos en un Dios que nos llama por nuestro nombre, nos conoce, nos abraza, nos da siempre una nueva oportunidad para volver a ponernos en su camino.

Ojalá podamos transmitirlo así y vivir este regalo de Dios dejando que ÉL renueve nuestro corazón y nuestra vida.
Ojalá podamos vivir de corazón en nuestras comunidades “La Fiesta del Abrazo”, una Fiesta que no solo se comparte al vivir el Sacramento de la Reconciliación, sino que es el rostro de Dios que nos acompaña todos los días, cada día, en todo lo que vamos viviendo, especialmente en este tiempo que vivimos.

Que el Abrazo de la misericordia de Dios, ese Abrazo de los brazos más largos que nos podamos imaginar llegue hoy a todas nuestras casas! A todas nuestras familias! A todos los que están entregando su Vida sirviendo al otro en esta pandemia!
Sigamos encontrando el rostro de Jesús resucitado cerca nuestro, en lo cotidiano, y recibamos el amor misericordioso de Dios que una vez más nos dice a vos, a mí y a todos… Tengo mis brazos abiertos, esperándote ¿venís?
Dejate abrazar por Dios, dejémonos abrazar por el Amor de Dios! ¿Puede haber un lugar mejor?

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